Carta I - A Gregorio XI
A GREGORIO XI (1370 - 1378)
En nombre de Jesucristo crucificado
y de la dulce María
SANTÍSIMO y carísimo y dulcísimo padre en Cristo
dulce Jesús: Yo, vuestra indigna hija Catalina, sierva y esclava de los
siervos de Jesucristo, os escribo en su preciosa Sangre, con deseo de
ver en vos la plenitud de la divina Gracia, tanto y de tal modo que seas
instrumento y causa, mediante la Gracia divina, de la pacificación de
todo el universo mundo. Y así os ruego, dulce padre mío, que con
solicitud y ávido deseo de la paz y honra de Dios y salvación de las
almas usáis el instrumento de vuestra eficacia y poder. Y si me dijeses,
padre: "iEl mundo está tan turbado!, ¿de qué modo llegará a la paz?", digoos de parte de Cristo crucificado: tres cosas principales os conviene obrar con vuestro poder. Una
es que del jardín de la Santa Iglesia arranquéis las flores hediondas,
llenos de inmundicia y de avaricia, hinchadas de soberbia… esto es, los
malos pastores y prelados, que envenenan y corrompen este jardín.
¡Ay de mi, gobernador nuestro, usad de vuestro poder para desarraigar
esas flores! Arrojadlas fuera, que no tengan ya que gobernar. Procurad
que traten de gobernarse a sí mismos en santa y buena vida. Plantad en
este jardín flores olorosas, pastores y prelados que sean verdaderos
siervos de Jesucristo, que no atiendan a más sino a la honra de Dios y a
la salud de las almas y que sean padres de los pobres.
iAy de mí, cuánta confusión es ver que los que debían
ser espejo de pobreza voluntaria y humildes corderos, distribuyendo los
bienes de la Santa Iglesia a los pobres, hayan amontonado tantas
delicias, posesiones, pompas y vanidades del mundo, más que si
estuviesen mil veces en el siglo! Hasta muchos seglares pudieran
causarles vergüenza, con el ejemplo de su buena y santa vida. Pero
parece que la suma y eterna Bondad obliga a que se haga por fuerza lo
que no se hizo por amor… parece permitir que los honores y delicias le
sean arrebatados a su esposa, como si mostrase querer que la Iglesia
santa volviese a su primer estado de pobrecillo, humilde, manso, como
era en aquel santo tiempo, cuando no se atendía a más que a la honra de
Dios y a la salvación de las almas, y no como después, cuando ha mirado
más al cuidado de las cosas temporales… que al de las cosas espirituales
y no temporales. Pues las sólo espirituales han ido de mal en peor. Y
así, mirad que Dios, con ese designio, le ha permitido mucha persecución
y tribulación. Mas, esforzáos, padre, y no temáis por ninguna
cosa que haya sobrevenido o sobreviniese, que Dios lo hace por llevar a
perfección su estado, para que en este jardin se apacienten corderos, y
no lobos devoradores del honor que pertenece a Dios, honor que roban y
se lo dan a sí mismos. Esforzáos en Cristo dulce Jesús, que yo espero
que su ayuda, la plenitud de la divina Gracia, el sostén y el socorro
divinos, serán con vos si os comportáis según lo anteriormente dicho.
De guerra pasaréis a grandísima paz, de persecución a
grandísima unión… no con poder humano, sino con la santa virtud
venceréis a los demonios visibles de las inicuas criaturas y a los
invisibles demonios, que nunca duermen entre nosotros.
Pero pensad, dulce padre, que difícilmente podréis
hacer esto si no ejecutáis las otras dos cosas que deben cumplirse antes
de la ya mencionada y éstas son el que vengáis vos y que
enarboléis el estandarte de la santísima cruz. Y no os falte el santo
deseo por ningún escándalo ni rebelión de alguna ciudad, que vos visteis
u oisteis… antes, enciéndase más el fuego del santo deseo para querer
hacerlo más pronto. Y no retardéis vuestra venida. No creáis al demonio,
que se da cuenta de su daño, y por ello se ingenia en escandalizaros, y
en haceros renunciar a vuestras cosas para que perdáis el amor y la
caridad e impedir vuestro regreso. Yo os digo, padre en
Jesucristo que vengáis pronto como cordero manso. Responded al Espiritu
Santo que os llama. Yo os digo: venid, venid, y no esperéis al tiempo,
que el tiempo no os espera. Entonces haréis como el desangrado Cordero,
cuyas veces representáis: que con las manos desarmadas mató a nuestros
enemigos, viniendo como cordero manso, usando sólo el arma de la virtud
del amor, mirando sólo al cuidado de las cosas espirituales y a devolver
la Gracia al hombre que la había perdido por el pecado.
¡Ay de mi, dulce padre mío, os digo y suplico que
vengáis a desbaratar con vuestras dulces manos a nuestros enemigos! De
parte de Cristo crucificado os lo digo: no queráis creer a los
consejeros del demonio, que desearían impedir tan santa y buena
determinación. Sedme hombre viril y no tímido. Responded a Dios que os
llama que vengáis a tener y poseer el lugar del glorioso pastor San
Pedro, cuyo vicario sois. Y alzad el estandarte de la santa cruz: que
como por la cruz fuimos librados (así dice San Pablo), así alzando este
estandarte, que me parece refrigerio de los Cristianos, seremos librados
nosotros de la guerra y división y muchas iniquidades, y el pueblo
infiel de su infidelidad. Y procediendo de este modo vendréis y
obtendréis la reforma de los buenos pastores de la Santa Iglesia.
Devolvedle el Corazón, que ha perdido, de la ardentísima caridad, pues
tanta sangre le han absorbido los inicuos devoradores, que está del todo
desvanecida. Pero esforzaos y venid, padre, y no hagáis esperar más a
los siervos de Dios, a quienes ya aflige el deseo. Y yo, mísera entre
miserables, no puedo esperar más… viviendo, me parece morir agotándome,
viendo tanto menosprecio de Dios. No dilatéis la paz, por lo acaecido en
Boloña… mas venid, que yo os digo que los lobos feroces pondrán su
cabeza en vuestro regazo como mansos corderos y os pedirán, padre,
misericordia.
No digo más. Ruégoos, padre, que oigáis y escuchéis
lo que os dirá Fray Raimundo y los otros hijos que están con él, que van
de parte de Cristo crucificado y de la mía… que son verdaderos siervos
de Cristo e hijos de la Santa Iglesia. Perdonad, padre, mi ignorancia… y
discúlpenme ante vuestra benignidad el amor y el dolor que me hacen
hablar. Dadme vuestra bendición. Quedad en el santo y dulce amor de
Dios. Jesús dulce, Jesús amor.
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